La experiencia de una familia en misión

del Camino Neocatecumenal

en la Diócesis de Caracas

 

En agosto celebraremos el 500° aniversario del principio de la evangelización en Venezuela, cuando Cristóbal Colón llegó a las costas de éste país durante su tercer viaje.

 

La Iglesia en Caracas ha empezado un período de misión. Están moviendo los primeros pasos hacia el Concilio Plenario de Venezuela. En este fervor de evangelización es bonito constatar la presencia de la Iglesia de Valencia.

 

Caracas es una ciudad "de frontera", conexión entre la mítica Ávila y él humilde Cerros (colinas).

 

En uno de estos cerros trabaja el Padre Jesús Martínez Gutiérrez , presbítero de la Diócesis de Valencia, la familia del pintor valenciano Francisco Bolinches con los sus once hijos, originario de la parroquia de San Jerónimo, y el Padre Antonio Zubía, un padre marianista del Colegio "El Pilar" y miembro de una Comunidad Neocatecumenal de la Parroquia de San Isidoro.

 

Algunos años atrás Su Santidad el Papa Juan Pablo II juzgó providencial y apoyó, la idea de lo que se ha llamado " Misión Familias". Así en el 1989 algunas familias españolas, acompañadas por Padre a Antonio Zubía, fueron enviadas por el Papa a los Cerros por la solicitud del arzobispo de Caracas.

 

El impacto con la nueva realidad fue duro. El contraste entre la realidad humana y social del barrio y cuanto abandonaron, libremente y generosamente, en España, fue brutal.

 

El Rebollo es un lugar de inmigración. Hay recogidas familias venezolanas y suramericanas, especialmente de Colombia. La ocupación del terreno por la construcción de los ranchos ha sido rápida, pero no respetan los  criterios necesarios de la vivienda. Con el tiempo la situación ha ido mejorando.

 

Sus habitantes pagan las consecuencias de un desarraigo afectivo, humano y religioso. Faltan las familias como núcleos estables, y abundan en cambio la delincuencia, el alcoholismo, la violencia, la droga, etcétera.

 

Aquí nos ha llevado el Dios y los miedos iniciales han estado transformados en alegría y esperanza, regalos que sólo Él es capaz de darnos.

 

Lo que hicimos en los primeros meses fue de ir casa por casa. Puesto que no encontramos parejas casadas, nos encomendamos a la así llamada " pastoral de la tortilla": invitamos a una merienda todas las " parejas estables" del barrio. Vinieron más que 100. También pudimos dar la catequesis de la iniciación cristiana dónde existió un sentimiento religioso mínimo y  Dios nos ha consolado con verdaderos milagros. Las comunidades crecen en número y en madurez. Muchas familias están reconstruyendo, las parejas de hecho se casan y los hijos empiezan a entender lo que significa ser queridos por sus padres, pobres a lo mejor, pero que el descubrimiento de Dios, Padre, que los quiere tal y como soy, han dado una vuelta a su vida.

 

Esto ha hecho que el Rebollo también haya cambiando en su aspecto físico ya que se ven mejoras en sus viviendas, las vuelven más decorosas y más humanas.

 

Además hay una realidad más importante:

entre los que han entrado en las comunidades, ya más que trescientos, éstas son las estadísticas:

* el 14% hizo empleo de drogas

* el 28% poseyó armas, aunque por discreción no hemos preguntado si habían matado a alguien

* el 37% se prostituyó

* el 60% robó frecuentemente

* el 60% se emborrachó muchas veces

* el 34% vivió o sigue viviendo en amancebamiento

 

Pero, en estas fechas, aún hay datos mas consoladores. En 1996 en el  rebollo hubieron cincuenta homicidios. En 1997 han bajado a siete, y hasta este punto de 1998 ha sido solo uno.

 

¿Cómo no bendecir  al Señor y no mirar el futuro con esperanza? Es evidente que el encuentro con la Palabra de Dios convierte los corazones. Por esto se abre un futuro espléndido para este rebollo de " Casablanca - Oropeza."

 

Ya la iglesia que hemos inaugurado hace ocho años no es suficiente para nuestras necesidades. El progreso comunidades en su proceso catecumenal requiere nuevos locales. Todos los que viven aquí necesitan ayudas para completar su nueva realidad humana y social. Deseamos dotar el barrio de una asistencia ambulante, mínima pero eficaz.

 

Los niños y los chicos solicitan una ayuda en sus estudios, por lo que abriremos una biblioteca pública con lugares donde puedan estudiar, porque en los ranchos no existen las condiciones para hacerlo. Tenemos que construir talleres donde puedan tener una formación profesional. Las madres de familia se interesan por  una mejor formación para las tareas, con cursos de cocina, corte y confección, para decorar sus casas, etcétera.

 

Los que no han podido aprender a leer y a escribir tendrán posibilidad de hacerlo. Y por sus muchos problemas tendrán a disposición asistencia jurídica y sindical. También entra en nuestros proyectos el promover la cultura venezolana.

 

Todo este complejo lo hemos llamado " Ciudad de la Esperanza. " ¿Será factible? No nos lo dudamos. Dios inspirará muchos corazones para estos sus hijos en necesidad. Por esto en el  centro de la ciudad habrá una iglesia grande y apropiada.

 

La Iglesia de Valencia, por nuestro medio, está presente en los cerros de Caracas. Está aquí.

 

 

P. Antonio María Zabía S.M.

P. JESÚS MARTÍNEZ GUTIÉRREZ

Francisco Bolinches

 

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