Perú: José y Rosario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José Agudo es, sin duda, toda una institución en el Camino Neocatecumenal. No en vano es testigo y partícipe de la gestación y el nacimiento de este Camino de Fe. El suyo es un testimonio de vida, de cambios sustanciales, no sólo en cambio de mentalidad, sino de forma de vida. Incluso se podría decir que su vida ha tenido un cambio de ida y vuelta: trashumante por tradición, asentado tras un encuentro con Jesucristo y vuelta a la itinerancia por voluntad de la Iglesia.

 

     José y Rosario tienen lo que se dice una "jartá" de hijos. A los trece en nómina han sumado dos niños adoptados en Perú donde están enviados en misión. José es un hombre curtido, austero, un poco huraño, posee una barba de rabino que le da un aire de patriarca en medio de su pequeño pueblo (hay que añadir 26 nietos de momento)

 

Tanto él como Rosario eran quinquilleros de los genuinos, con carreta y mula, trastos en ristre y la carretera como forma de vida. "...No somos gitanos, no llegamos a esa categoría, ambos tenemos algún abuelo gitano, una especie de mestizos. Los gitanos no llevaban carro, iban a lomo de caballería; sin embargo los quinquis sí. Hacíamos un poco de todo. Vendíamos chatarra o lo que fuera, recolectábamos, no como forma de vida, pero si las circunstancias se prestaban se hacían algunas cosas algo turbias. No teníamos estudios ni casa fija..".

 

     Rosario nació en Miguel Esteban (Toledo) y José Colmenar de Oreja (Madrid) . Llegaron a Madrid en el 61 con tres niños y con Magdalena en camino. Vendieron los bártulos y se instalaron en unas cuevas en Palomeras, entre Vallecas y El Pozo del Tío Raimundo. "...Éramos católicos como todo el mundo. Como todo el mundo bautizábamos a los niños pero eso era todo. Mi primer contacto con la Iglesia creo que fue a los ocho años en un reformatorio. Las vivencias duras que tuve allí me sensibilizaron y aun- que eran situaciones terribles, también conocí, aunque vagamente, a Dios. Entonces no era consciente, pero ahora veo como desde siempre el Señor estaba presente y como mi vida ha sido una preparación para la misión que me tenía reservada..."

 

Un año después de establecernos en Palomeras apareció un tal Kiko por allí. Era un personaje muy particular. No era de nuestra clase, por lo tanto levantaba un interrogante, ¿qué hace aquí este tío?. Poco a poco empezamos algunos a tener contacto con él. Se veía que era un hombre culto, sencillo, accesible, tocaba la guitarra y hablaba de Dios de una manera que cautivaba. Su compañía comenzó a sernos grata. Todas las tardes se formaba una especie de tertulia. Así fuimos creciendo en número. Ya no se hablaba solamente, sino que rezábamos juntos y en algún momento se empezó a celebrar la Eucaristía. Empezaba a ser más serio de lo que pensábamos, sin proponérnoslo. Empezarnos a ver con sorpresa como personas tan distintas convivíamos y comenzábamos a queremos, era una realidad nueva que no sabíamos explicar, sencillamente la vivíamos. Se acercaron algunos que conocían a Kiko de unos cursillos, esto creó algún problema al principio pues los veíamos como unos repipis. Algunos de los que vinieron se podían considerar "enemigos" nuestros por su trabajo, sin embargo cada vez nos sentíamos más enganchados por esta realidad: nuestra relación con los demás empezaba a cambiar. Yo jamás hubiera permanecido con cierta gente, pero allí estaba..."

 

 Esta convivencia imposible era fruto de la predicación que se daba, que sin estar muy definida, iba cambiando a los que allí estaban: "...Lentamente, pues volvías a caer en las mismas realidades, pero algo se transformaba. Rosario no venía al principio, más bien era bastante reacia pues sentía que le quitaban al marido. Después de dos años se empezó a acercar, supongo que algo cambiaría nuestra relación, ni manera de tratarla a ella y a los chicos, el caso es que empezó a acercarse..."

 

    "Había un hombre que me la tenía jurada, pues tiempo atrás, en una pelea yo le abrí la cabeza a su madre. Quedamos para dirimir el asunto al estilo del lugar, esto es, con sangre. Después de lo que estaba viviendo, yo no podía hacerlo, pues se trataba de matar o ser muerto. Me acerqué a hablar con Kiko. Me hizo ver que el hecho de ir a consultarlo ya era señal de que yo mismo no lo aprobaba y me dijo: "fíate del Señor que todo te irá bien". Me presenté desarmado ante aquel que me odiaba. Sorprendentemente no pasó nada. Más tarde esta frase ha sido repetida tantas veces en el Camino y se ha hecho patente en tantos otros...".

 

     Hicieron una primera convivencia que duró un mes: "...Aquello era imposible de aguantar. Sin embargo el Señor reconstruía todos los días lo que parecía imposible. Treinta personas en una iglesia abandonada, con todo en común era una caja de bombas, pero el Señor acontecía siempre. Ese tiempo fue un encuentro real con Jesucristo. No con la razón sino con la vida, en una testificación interior del conocimiento de Jesucristo enviado con PODER para transformar tu vida. Lo vivíamos de una forma que no podíamos explicar, pues no sabíamos qué era. No era una experiencia que se escribiera ni se hablara, sencillamente se vivía la presencia de Jesús en medio de una gran precariedad. Rosario se dio cuenta de que algo pasaba allí, pues poco a poco fue cambiando de mentalidad, de costumbres, hasta nuestra relación iba cambiando a mejor. Con el tiempo, ante nuestro asombro, lo que empezó siendo unas reuniones entre cuatro "desgarramantas" se estaba consolidando en algunas parroquias en las que se puede ver cómo esta predicación produce una regeneración en las personas, se aprecia el nacimiento del HOMBRE NUEVO de que habla San Pablo..."

 

     "...Cuando se hace la primera experiencia del envío de itinerantes no nos levantamos, pues aunque yo de alguna forma por mi naturaleza lo había sido siempre, mi mujer no lo veía claro. Hasta 1984 en Porto San Giorgio (Italia) no nos levantaríamos. A mí me tocó como primera experiencia Perú, mientras que a ella la enviaron a Ávila. Así en el 87 salimos con ocho de nuestros hijos como familia en misión de nuevo a Perú. A pesar de la acogida tan fenomenal que tuvimos la realidad era muy dura. La experiencia es hermosísima pero dura. En el asentamiento al que llegamos no había ni parroquia, ni ambiente para ello. La parroquia tan solo poseía un solar allí, así que nos instalamos en un barracón como si volviéramos a nuestros orígenes. Pero aunque nosotros estaríamos acostumbrados, hacía 25 años que nos asentamos en Madrid y no son lo mismo 20 años que cincuenta y muchos..."

 

"Los primeros tiempos fueron muy difíciles: arena, ratas, inseguridad. Curiosamente los chicos lo llevaron muy bien al principio, casi mejor que ahora, después de diez años. Para los mayores ha sido una experiencia imborrable. Ves como el Señor te protege y que se puede anunciar el Evangelio entre personas tan destruidas. Cómo el Padre regenera los matrimonios, igual que en Palomeras Jesús tornaba cuerpo en medio de la precariedad más absoluta. Ahora veo como toda mi vida ha sido una preparación para esto, pues allí cada día se presenta de una forma nueva, y no hay un manual de lo que se debe hacer.

 

Nuestra misión es sencillamente estar allí y en lo posible anunciar a Jesucristo. Al principio trabajé con una furgoneta haciendo repartos, más tarde en una empresa, aunque lo que ganas allí no llega ni para los desplazamientos que tienes que hacer. De pronto nos encontramos con que teníamos que llevar la parroquia, pues si bien tenemos un presbítero que da servicio litúrgico, está muy repartido, Te encuentras solo, haciendo de todo, desde consejero a ambulancia nocturna

 

     Ves que te viene grande, que debes estar muy equilibrado y que tienes que hacer frente a realidades muy fuertes. Por ejemplo, cuando Fujimori hizo el asalto al poder, el cambio de vida de la población fue del orden de acostarse con el litro de leche a peseta y levantarse con que estaba a cuatro mil. Así en todo, y creo que me quedo corto. Te encuentras con un gentío que si ya estaba arruinado, hoy ya no puede ni comprar pan. Nos vimos organizando a la gente sin saber siquiera si debíamos hacerlo, pero se daba de comer a una multitud con cinco panes. Cumplimos con una necesidad aunque esto trae siempre conflictos consigo."

 

     "...En el pueblo había senderistas (del grupo guerrillero Sendero Luminoso) sin embargo nunca tuvimos problemas con ellos. De hecho se reunían cerca de nosotros. Al principio no les hacía mucha gracia, pues todo lo que sea mover gente les gusta controlarlo a ellos, pero como no nos metíamos en política nos dejaron tranquilos. Presenciamos situaciones muy serias, ya que la violencia está a flor de piel..."

 

     Aunque nos parezca que la realidad de estos pueblos es tan diferente a la de uno europeo, lo cierto es que la predicación es siempre la misma: "El problema existencial del hombre es igual aquí que en Japón, así que no hay que hacer ninguna adecuación en la Buena Noticia. El hombre debe dar respuesta a los designios de Dios desde su realidad. Lo que no se puede hacer es predicar desde la teoría con una catequesis desencarnada de tu vida. Puedes anunciar a Jesucristo solo si eres TESTIGO. Porque la gente puede ser ignorante, no haber tenido estudios, pero no es tonta. Ve en seguida cuando lo que dices corresponde a una vivencia, pues estas allí, como ellos, con el mismo tipo de vida, y te conocen".

 

    "Jesucristo me ha rescatado, me ha regenerado y ha hecho de mí un HOMBRE NUEVO. Hoy puedo decir que la muerte no existe, existe la VIDA..."

 

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